Hace poco tuve una muy mala experiencia con un proveedor… y en la vida con varios, que bien se podría resumir con la siguiente frase, citada en twitter por la @revistaetcetera:
«Hay más problemólogos que solucionólogos»
– Quino-
A los que tienen clientes (o sea casi todo el mundo porque cuando no compras estás vendiendo algo: horas de trabajo, ideas, mercancía, consejos etc), les dejo este lindo anti-decálogo:
– Háblale a tu cliente de complicaciones en lugar de presentar soluciones, al fin que seguro te contrato para encargarse de más cosas o llenar su tiempo libre.
– Presenta un precio bajo… pero sin informar bien qué incluye y luego cóbrale extra por todo ¡al fin que a ellos les encanta estar cambie y cambie sus presupuestos!
– Sé malmodoso, a la gente le gustan tratar día a día con los gruñones, neuróticos, maleducados.
– Mantén un monopolio de información y decisión y no capacitas a tu gente. Si alguien habla para pedir una cotización o que le pasen algún dato de su pedido/proyecto que se esperen hasta que regreses, al fin que el cliente tiene tu tiempo.
– Nunca pongas las cosas por escrito, así si hay un desacuerdo pues a ver quién gana.
– Muéstrate desorganizado, al fin lo de hoy son los ambientes bien relajados y hasta caóticos, seguro el cliente creerá que eres confiable
– No entregues a tiempo y menos avises si hay algún retraso… es para mantener al cliente en suspenso.
– No pidas retroalimentación, seguro tu cliente está feliz… aunque no te haya vuelto a llamar nunca.
– Incluye la frase ¡Eso no me toca! en cada comunucación. Dila lo más que puedas, incluso cuando no venga al caso
– Di “No” antes de escuchar el punto del cliente y trata cualquier queja como una competencia que hay que ganar a toda costa, eso de la conciliación está sobre estimado ¿verdad?
Por ahí puede haber algún Sheldon Cooper que no entienda que el decálogo es es un «qué no hacer», así que si quedó la duda:
Este tipo de cosas es lo que hicieron proveedores a los que nunca volví a contratar, y peor aún: les hice un word of mouth terrible.
Acuérdense que el cliente es el rey (aunque a los reyes también a veces hay que ponerle límites muy diplomáticamente, ya hablaremos del cliente-tirano, que tampoco se vale) y que cuando pierden a un cliente, no es nada más uno, sino todos los potenciales que él pueda conocer.