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¿Naciste para ser rico?

Para saberlo no hace falta leerles las cartas, ver su carta astral o hipnotizarlos. Muchas veces he escuchado comentarios/ pretextos de espanto contra el ahorro y la inversión como «es que yo no nací para ser rico» o su versión más derrotista:»Yo nací para ser pobre». Si estás leyendo esto, muy posiblemente no estás en la línea de extrema pobreza e incluso ahí hay muchos casos de gente que después hasta millonaria se vuelve.

Yo por supuesto estoy en completo desacuerdo con los que creen que ser rico o pobre es un tema de destino irrefutable. Creo que la prosperidad es un tema sí de oportunidades, de esfuerzo, de educación financiera, pero no es un cromosoma, línea de vida trazada o nada que no se pueda cambiar. Pero más allá de lo que opine, el otro día me encontré con una historia que lo demuestra al extremo.

¿Han oído hablar de Benjamin Graham? Posiblemente no les suene mucho por nombre, pero ahí nomás este señor fue maestro de Warren Buffet, uno de los que más aparecen en los primeros lugares de los hombres más ricos del mundo según Forbes.

Bueno, Warren Buffet no venía de una familia hiper millonaria, pero sí tuvo una super educación. Fue a Columbia. Muchos pueden decir que es fácil ser el hombre más rico del mundo si vas a una universidad (aunque otro de los hombres más ricos, Bill Gates la botó), pero fíjense ustedes que su gran maestro sí venía de una familia quebrada y aún así es uno de los hombres más reconocidos en el tema de estrategia de inversión y logró en su época unos rendimientos de los que aún se habla.

El papá de Ben Grossbaum (después la familia se cambió el apellido a Graham) era comerciante de porcelana en Reino Unido y le iba muy bien. Por alguna razón la familia decide mudarse a Estados Unidos cuando Ben tenía un año. Todo bien, hasta que  ocho años después el señor muere y los deja en la chilla. Dortothy, la madre, convirtió su hogar en una casa de huéspedes, pero pidió dinero prestado para invertir en acciones y se quedó sin un centavo en la crisis del mercado de 1907.

Un día, la mamá de Ben lo mandó al banco a cambiar un cheque, el cajero se burló de él y preguntó a sus compañeros: ¿»Dorothy Gassbaum vale 5 dólares?» (era un juego de palabras: «Is Dorothy Gassbaum good for five dollars?»). Imagínense la vergüenza, indignación e impotencia del pobre adolescente.

Ahí podría  haber aplicado la de «yo nací para pobre, la vida es injusta, etc, etc» pero no quiso darle el gusto al cajero. En entró a Columbia, donde se graduó como el segundo mejor de su clase, y aunque lo estaban fichando para Inglés, Filosofía o Matemáticas, porque era una lumbrera en todas, él decidió probar suerte en Wall Street. Su primer trabajo fue como mensajero, pero al poco tiempo ascendió a analista y luego se volvió socio de la firma.

Fue maestro en Columbia -aparte de conferencista en las mejores universidades de Estados Unidos- y desarrolló una doctrina que se conoce como Value Investing o inversión en valor, que resumida implica que no inviertas sólo porque crees que algo va a subir o siguiendo a la borregada, sino que busques empresas que a largo plazo puedan generar valor y que por alguna coyuntura o cosa extraña de la vida estén sub-valuadas de momento, lo que las hace una oportunidad para obtener mejores ganancias en el futuro. Es curioso pero para Graham los momentos más peligrosos eran los «booms» en los mercados, no las crisis, porque como todos compran como locos porque creen que va a subir, es cosa de tiempo para que estalle la burbuja.  Los que siguen los principios de Value Investing cuando  ven que el mercado está cerca a su pico, en lugar de engolosinarse con que siga subiendo, dejan que a otros le caiga el zapotazo porque hasta la Bolsa  sigue las leyes de Newton.

Para Graham no todo fue miel sobre hojuelas: perdió hasta la camisa en el crack de 1929, pero no permitió que eso definiera cómo le iba a ir hacia adelante. Estudió el tema de las inversiones hasta el punto de ser uno de los maestros más importantes hasta hoy y en su vida generó una riqueza impresionante (monetaria, pero también con todo lo que aportó en conocimientos a los que se lo pedían). Hoy muchos tienen al «Inversor Inteligente» y muchos otros de sus libros como la Biblia de las inversiones.

Siempre es bonito dar mensajes hipotéticos de que todos podemos ser ricos y que las limitaciones somos más bien nosotros, pero son mejores aún cuando podemos verlas en las historias reales de gente que no sólo ha hecho algo de dinero, sino mucho o incluso a ayudado a los más ricos del mundo a serlo con la voluntad de aprender.

¿Tú naciste para pobre o para ser rico?

 

P.D Aunque es un libro técnico, les recomiendo mucho El Inversor Inteligente. Los apuntes de Jason Sweig lo hacen más digerible y sea o no su enfoque predilecto, pueden aprender muchísimo.

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