Yo me acuerdo que tuve varias alcancías de feria, pero la primera que recuerdo bien en realidad era un changuito y como no la quería quebrar, sí apliqué la de limarla por abajo y sacar monedita por monedita… bueno, eran monedotas porque eran las Sor Juanas de 1000 pesos.
¿Y a qué viene esto de las alcancías de cerdito y de changuito y de no sé de qué? Resulta que a propósito de la Feria del Libro de Guadalajara, Atu Nuñez, la extraordinaria editora de Alfaguara Juvenil, me recomendó cuento que se llama «Rompiendo el cochinito», de Etgar Keret, que es de Israel, país invitado de este año del evento.
Cuando me dio el título sí dije ¿Pues qué traes contra el Pequeño Cerdo Capitalista? Pero me dijo que le diera una oportunidad y me gustó mucho. Es de esos cuentos que saben a infancia.
¿De qué trata «Rompiendo el cochinito»? es un cuento sobre un niño que quiere que le compren un muñeco de Bart Simpson, pero su papá dice que no, porque a los niños a los que se les cumplen todos los caprichos sin que tengan que esforzarse cuando crecen se vuelven maleantes.
En lugar de comprarle el monigote, el papá decide darle una alcancía de cerámica en forma de cerdito y darle una moneda cada vez que hiciera algo para lo que renegaba, como tomarse su leche. El chiste era que cuando la alcancía estuviera llena y ya las monedas no hicieran ruido porque no tendrían espacio, lo romperían y le comprarían su Bart Simpson.
En el transcurso de la historia (que tiene sólo unas páginas) el niño le pone nombre a su alcancía: Pesajom, como un antiguo inquilino de donde vivían. Empieza a agarrarle cariño a la alcancía porque no es ruidoso como sus otros juguetes y siempre sonríe: cuando le echaba un shékel, cuando le ponía medio shékel… e incluso cuando no le ponía nada, ahí estaba su sonrisa. Lo único que había cuidar de él es que no saltara de la mesa, porque era de cerámica.
Es muy enternecedor cómo Pesajom se empieza a volver algo importante para el niño. Creo que todos tuvimos una alcancía o un juguete con el que nos pasó. Y es más interesante qué pasa cuando llega la hora de romperlo, pero eso no se los voy a contar.
¿Ustedes qué creen? ¿Lo rompió? ¿No lo rompió? ¿Qué hizo con la alcancía?
Pueden leer el final de esta historia y otros cuentos de Etgar Keret en «Extrañando a Kissinger».
Espero que les pique la curiosidad este cuento y que le echen un ojo a los posts anteriores de Cerdito Literario, que son obras o anécdotas de escritores donde se habla de dinero: Tólstoi, Pessoa, Wilde, Rulfo y Lampedusa.